domingo, 3 de enero de 2016

Sócrates y tú.

-Dos cosas- dijo con ese aire grave que tanto le gustaba.
-No fumes más-  (un taco)
-es el motivo de que me marche ahora,
y sepas que te amé, con avaricia-
Sentí más que dolor, el peso denso y cíclico
de una vida tan breve como intensa,
la insolencia de una muerte odiosa y presta.
En su apagarse, los últimos coletazos de agrio humor.
Jugando a Sócrates, marchó,
no sin antes tentarme,
 -¿Un sorbo de cicuta, compañera?-
Reí, hube de hacerlo, tal vez lo provocó,
no era hombre de puntadas sin hilo
y sabía de mi debilidad por su ingenio.
Solo dije - Gracias y hasta pronto-
Nunca fuimos proclives a los besos.
Han pasado los años y hoy te nombro,
entre el humo del cigarro y este Enero.

I.S.M.

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